La otra vereda son músicos que, como bien lo dice el nombre, han cruzado la calle automarginados del resto y desde esta nueva posición caminan cabeza agacha sin dirigirse la mirada. Compulsivamente evitan pisar las lineas rectas con sus zapatos y en ese juego solitario se dedican a escuchar los gritos del otro lado, muchos de los cuales sirven para seguir construyendo nuevas piezas musicales.